Ah, el campo. No hay otro sector tan idealizado en el imaginario colectivo. Apenas evocamos la agricultura y ya visualizamos a ese apuesto agricultor, con su Don Pimpón style –peto y sombrero de paja– y su carretilla, abasteciendo personalmente los lineales del supermercado con sus productos frescos, ¿verdad? Bueno, ya sabéis que en Integrana somos un poco aguafiestas y nos gusta separar el mito de la realidad, así que dejad que os contemos cómo funciona el sector agrícola de verdad y cómo dista mucho de ser una agricultura justa.
Un modo poco correcto de entender la agricultura
Desde que el bueno de Clarence Saunders tuvo la magnífica idea de inventar los supermercados allá por 1916, el consumidor ha sido educado y acostumbrado a encontrar todo tipo de productos en grandes cantidades y durante todo el año. Este hecho tuvo –y sigue teniendo– un impacto tremendo para la agricultura, transformando la manera en la que producimos y entendemos el campo. Así, para responder al aumento de la demanda y la ruptura de la estacionalidad, los agricultores pasaron de cultivos perennes y diversificados a monocultivos intensivos y anuales.
Además, la globalización ha provocado que este modo de entender la agricultura se extienda a todas partes del mundo y nos permita, entre otras aberraciones, poder tener en España piñas producidas en Costa Rica en cuestión de un par de días, ya que viajan en avión. Finalmente, el aumento de la oferta derivado de esta globalización genera una disminución constante de los precios agrícolas, llevando al productor a arrancar cultivos viables pero no rentables.
Todo esto tiene un impacto para los agricultores que, hartos de políticas de precios bajos en campo y altos en lineal, se manifiestan y luchan por una regularización del sector, y para el planeta, ya que no solo el monocultivo intensivo empobrece los suelos agrícolas y los vuelve estériles para el cultivo, sino que el uso continuado de pesticidas y fertilizantes químicos acaba con la fauna autóctona y contamina las aguas subterráneas.
Hacia una agricultura justa
Parece que este modo de funcionar no nos está funcionando muy bien ¿no? Por suerte, en los últimos 20 años hemos visto emerger un deseo de cambio por parte del consumidor que está revolucionando toda la cadena.

Y es que la gente quiere cada vez más comer sano, de temporada, ecológico y local. En este sentido, vemos emerger por toda España comercios que ofrecen este tipo de productos. Esto es muy buena señal, ya que si el consumidor pide más productos de este tipo, el agricultor por su parte podrá abandonar las estrategias basadas en el rendimiento y centrarse en producir sus productos con cuidado y respeto del medio ambiente. Además, un producto con un alto valor añadido percibido por el consumidor se repercute en precios más justos para el agricultor. En definitiva, todo el mundo gana.
Cadena de comercio justo
Desde Integrana queremos unirnos a este deseo de cambio y crear una cadena de comercio justo desde el árbol hasta tu cesta de la compra. Por ello, nos comprometemos a trabajar con fruta local y de temporada, con productores que cuidan sus cultivos y que se encuentran cerca de nuestra región.
Asimismo, nuestro proceso de transformación genera un producto de valor añadido que, a su vez, nos permite negociar a la alza los precios de venta en campo y acordar un precio justo con nuestra red de productores. Finalmente, trabajamos en un sistema de gestión de residuos que nos permita crear compost a partir de los residuos de nuestras frutas (pieles, huesos, etc.). Sano, local y justo: ese es el producto Integrana.